viernes, 16 de octubre de 2009

Some say you're a trouble boy just because you like to destroy

Como alguna vez dije en alguna nota bizarra de Facebook, el conflicto es el motor de todas mis acciones, aunque suene marxista y no me guste para nada. Soy, básicamente, problemática, peleadora y quilombera. Me relamo de placer cuando un comentario ácido desencadena el caos verborrágico a volúmenes muy audibles, cuando una crítica fría y bien dirigida despedaza el orgullo de alguien más, cuando una declaración paranormal escandaliza al público hastiado de moralidad. No puedo evitarlo, por más que haya intentado evangelizarme esta parte de mí está firmemente aferrada y no tiene planes de retirada.
Cuando hay paz y amor en el ambiente, me pongo inquieta. Tan sólo percibir tolerancia y aceptación me da alergia, me enerva, me muerdo las uñas. Y es simple: son ellos o yo, sálvese de la insanidad mental quien pueda. Y como dice un teórico que me cae mucho más simpático conocido como Thomas Hobbes, el instinto de supervivencia es más fuerte y mi instinto bélico sale a flote dispuesto a causar estragos. Como contractualista fiel que soy, mi Leviatán me rige totalmente, y luchar contra mi estado de naturaleza no sería sólo inútil, sino que también estúpido y negador. Así que no tengo más remedio que seguir sembrando discordia para cosechar satisfacción interior por los siglos de los siglos, amén.

No hay comentarios: