Situación: calle Corrientes, pleno centro porteño, 1 PM. Quien les escribe y Lucía corren hacia el teatro Ópera a comprar las entradas para Gustavo Cerati, santo de su devoción y desenfrenado amor platónico. En el camino encuentran tres esplendorosos extranjeros. Rubios, bronceados, perfectos, potenciales chongos a la orden del día.
L: son alemanes?
M: ni idea, acerquémonos para escucharlos!
L: son australianos boluda, SON AUSTRALIANOS
M: me caso, ya con los tres
L: pero son tres, precisamente
M: yo puedo con dos, no te hagas problema
Casualmente, los señores australianos también estaban en la fila para sacar entradas. Al margen de reírse de sus caras de emoción por los musicpasses, les sonrieron. Fueron momentáneamente felices, y partieron con nuevo destino: un banco que les diera cambio.
M: Lu, el banco no es para el otro lado?
L: seguimos a los australianos?
M: DALE
L: pasame la manteca de cacao
Y allí estaban
Australiano 1: are you following me?
L: ... maybe
M: no te escuchó boluda, gritá, gritá! Uh, los perdimos, no podemos volver, no?
L: te das cuenta que nuestras próximas vacaciones podrían ser en Melbourne?
M: somos como las botineras de los extranjeros
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