miércoles, 25 de noviembre de 2009

Trouble in mind, diría Janis

Creo que perdí noción de hace cuanto no me sentía así. Con el corazón oprimido, angustiada, al límite extremo de la maquinación mental. Triste, bah. Y creo que también perdí la capacidad de valorar todo lo impedía que me acongoje tan lastimeramente. De una manera u otra, para mejor o para peor, hace un tiempo podía sentirme ansiosa, enojada, desesperada. Pero no triste, triste jamás. Triste es desgarrador, es permanente, es casi un estilo de vida. Triste es de los peores adjetivos que existen para autocalificarse. Triste es prácticamente irreversible, es una sentencia resignada de la que escaparía todos los días. Y ahora me siento irrevocablemente triste. Y escucho a Janis Joplin, ni siquiera me gusta tanto Janis Joplin por Dios, pero me transmite exactamente el tipo de sensación que no quiero ni puedo extraer de mi cerebrito retorcido. Mezcla de imposibilidad de enojarte aunque sea lo que más quieras sobre la faz de la tierra, pasividad y reflexión aunque las deteste y elija la hiperactividad, y el nudo en la garganta de asistencia perfecta que te avisa que algo se acerca, y tenés que estar preparada. O te devoran. Vos elegís, y sabés que te conviene, no sos ninguna boluda. Sólo hacés como que lo sos para pasarla mejor, pero al final del día te mata, y no te deja dormir, y te da ganas de llorar contra la almohada. Y sin más, lo hacés. Porque mañana será otro día, y quién sabe que te depara.

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