sábado, 12 de diciembre de 2009

Sobre gustos Mayra escribe

Creo que John Mayer es a mí lo que Arjona o algún hispano parlante grasoso de esa índole es a las minitas. Es decir, tiene el mismo efecto panties-dropper y nos acompaña en noches de soledad bajonera. La diferencia es que el día que John deje de decirme que mi cuerpo es Wonderland o que no recuerda la vida antes de mi nombre y le cante a mi período menstrual, pida a gritos desafinados que le lance un sí camuflajeado (no sólo el primate barrabrava no tiene noción de la métrica básica para componer una canción, sino que inventa palabras para hacerlas entrar a la fuerza con el salvajismo antiprotocolar que lo caracteriza) o me diga que mi reputación es las primeras seis letras de esa palabra (aunque el muy infradotado aborigen diga "tu reputación son", cuando el verbo "ser" ya es inapropiado lo empeora conjugándolo mal, bestia incivilizada, me revolvés el estómago con tu poesía de outlet) me corto las venas con el untador de la manteca. O me autofabrico un par de branquias con un Tramontina desafilado. O me hago un smoothie de cicuta. O voy a buscarlo a LA y lo traigo de los pelos al ex Tercer Mundo mientras lo azoto y lo obligo a componer como se debe. Y de paso, lo interno en rehab en mi casa y le cobro la estadía con servicios personales.

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