lunes, 22 de marzo de 2010

Working on my gag reflex

Solté las mancuernas en un acto de satisfacción desmedida. Por primera vez en tres años, yo, Mayra Finkel, había terminado una rutina en el gimnasio con total eficiencia y eficacia. Camino glorosiamente entre la parva de jóvenes musculosos hasta Raquel, la chica que se encarga de decirme que tengo que hacer y no reírse de mí mientras lo hago, y le aviso con una sonrisa de alumna del mes que ya terminé. Me informa que después de quince minutos de bicicleta podré irme, y yo accedo dócilmente.
Cuando estoy por subirme al temeroso aparato, siento que mi estómago me está reclamando el esfuerzo hecho e intenta escaparse en tiro vertical por mi garganta. "No me siento bien", le digo entrecortadamente a Raquel, quien aparentemente asustada me acompaña al baño e intenta guiar mis tropezones.
Me miro al espejo y estaba blanca como nunca antes (claramente, soy trigueña a mucha honra), todo a mi alrededor daba vueltas y las náuseas se hacían cada vez más fuertes. Respondo con monosílabos a las preguntas de rutina del tipo "comiste bien?", "te suele bajar la presión así?", "estás indispuesta?". Y todo lo demás es una cadena de hechos confusos que fue más o menos así: mareo, arrastrarme hasta el inodoro, vómito, agonía, sillón, Gatorade, Raquel hablándome del curso de ingreso de la UNLaM, señoras chusmas que venían a presenciar mi lenta muerte, recuperación. Lo último que recuerdo bien es la esquina del gimnasio a través de mis lentes oscuros, decidí hacerle un favor a la comunidad ramera y no mostrar mi cara demacrada e impresentable. Ah, encima un desubicado osó a gritarme alguna grosería. Con qué fundamento, corazón?
Llego a casa y después de que mi madre se ría de mi tragedia, termino el Gatorade, me baño, me pongo lo primero que encuentro y acá estoy, contándoles que mi vida es una novela marplatense de bajo presupuesto.

1 comentario:

Juana dijo...

Jajaja, no sos la única. En una de mis primeras clases de gimnasio (fui solo un mes, 10 clases) casi me desmayo, todo me daba vueltas. Y también me dieron una gatorade y me quedé sentada luchando contra la verguenza, jaja. Un beso May!