Solté las mancuernas en un acto de satisfacción desmedida. Por primera vez en tres años, yo, Mayra Finkel, había terminado una rutina en el gimnasio con total eficiencia y eficacia. Camino glorosiamente entre la parva de jóvenes musculosos hasta Raquel, la chica que se encarga de decirme que tengo que hacer y no reírse de mí mientras lo hago, y le aviso con una sonrisa de alumna del mes que ya terminé. Me informa que después de quince minutos de bicicleta podré irme, y yo accedo dócilmente.
Cuando estoy por subirme al temeroso aparato, siento que mi estómago me está reclamando el esfuerzo hecho e intenta escaparse en tiro vertical por mi garganta. "No me siento bien", le digo entrecortadamente a Raquel, quien aparentemente asustada me acompaña al baño e intenta guiar mis tropezones.
Me miro al espejo y estaba blanca como nunca antes (claramente, soy trigueña a mucha honra), todo a mi alrededor daba vueltas y las náuseas se hacían cada vez más fuertes. Respondo con monosílabos a las preguntas de rutina del tipo "comiste bien?", "te suele bajar la presión así?", "estás indispuesta?". Y todo lo demás es una cadena de hechos confusos que fue más o menos así: mareo, arrastrarme hasta el inodoro, vómito, agonía, sillón, Gatorade, Raquel hablándome del curso de ingreso de la UNLaM, señoras chusmas que venían a presenciar mi lenta muerte, recuperación. Lo último que recuerdo bien es la esquina del gimnasio a través de mis lentes oscuros, decidí hacerle un favor a la comunidad ramera y no mostrar mi cara demacrada e impresentable. Ah, encima un desubicado osó a gritarme alguna grosería. Con qué fundamento, corazón?
Llego a casa y después de que mi madre se ría de mi tragedia, termino el Gatorade, me baño, me pongo lo primero que encuentro y acá estoy, contándoles que mi vida es una novela marplatense de bajo presupuesto.
1 comentario:
Jajaja, no sos la única. En una de mis primeras clases de gimnasio (fui solo un mes, 10 clases) casi me desmayo, todo me daba vueltas. Y también me dieron una gatorade y me quedé sentada luchando contra la verguenza, jaja. Un beso May!
Publicar un comentario