En 2006, aprovechando que estaba en un colegio nuevo lejos de mi exdetodalavida, decidí distanciarme de él y de la vida de mujer casada que me había caído del cielo a los tiernos trece años. Claro que la carne y Mayra son débiles e imbéciles y el break duró un mes en el cual no paré de hacer desastres que dejarían mi autoestima reptando por los avernos y a mi ya cuestionable dignidad tropezándose cual ciega y tanteando las paredes de la inmundicia social.
Entre mis horribles decisiones podemos mencionar la de salir con un flamante compañero de colegio que, pobre, estaba perdido en la senda del Señor. Realmente no cazaba ni media, pero ni media. Y después de dos semanas de relación, en las cuales salimos... (esperen, creo que dos veces, ni yo me creía tan triste, seguro por eso mi memoria lo reprimió) bueno, digamos que dos veces, el no toleró una mini escenita que le hice a la salida del establecimiento educativo que compartíamos, fiel a mi esencia histérica porque sí, y me cortó. Me cortó, entienden? Mi primera vez con el rechazo. Rechazo, Mayra; Mayra, rechazo. Y no me gustó nada.
Entonces qué hice? Me quedé la hora y media que me distaba de la clase de Educación Física llorando en el cordón de la vereda con una amiga que comía un pancho oloroso y sollozaba "m-me dejó, enn-teen-des? Nun, snif, nunca me pasó ynoséquéhaceryBUAAA" en un loop tan patético que no quiero ni recordar. Veamos, a mí no me interesaba en lo más mínimo este borrego, no podía darme más lo mismo. Se vestía mal, tenía un poco de acné y era un gamer de pura sangre. Tenía unos ojos increíbles y una espalda considerable, es cierto, pero no escuchaba música decente ni tenía nada interesante para decir. Simplemente no concebía el hecho de que alguien no muriese por estar conmigo, no lo entendía. Y eso me volvía loca, violenta, psicópata. Al menos mis compañeros se solidarizaron en la clase de mi materia menos predilecta y me consolaron con banderas minitah del tipo "el se lo pierde", "no te merece", "no llores, ya te vas a conseguir otro" mientras yo afirmaba y me secaba las lágrimas como si fuera una sobreviviente del Katrina.
Pero yo tenía un as bajo la manga. Un as de desesperación despechada bajo la manga del escarnio público y la autodestrucción inmediata. La profesora de Lengua y Literatura (quien era igual al profesor Crocker de Los Padrinos Mágicos, swear it) nos encomendó como tarea traer una canción que nos gustara para analizarla semánticamente y blablabla "en castellano por favor, nada de esa música ruidosa en inglés que escuchás, Finkel". Pobre profesora, no tenía idea de lo monstruosa que podía ser la wannabe punk introvertida que tenía como alumna.
Llegó el día que esperé con ansias propias de niña de tres años el veinticuatro de diciembre a las 11.50 PM. Apenas entró Mrs Crocker, corrí a ponerle play a mi elección musical del día. Y sonó ésto.
Yo no quise lastimarte
Solamente te dije que no
No estarás acostumbrada a sentirte rechazada
Ok, perdón fue sin querer
La cara de mi reciente no ex se desfiguró todavía más de lo normal. Sus amigos se rieron tanto que la próxima estrofa fue opacada por sus gritos dignos de invasiones bárbaras, pero llegó a escucharse lo siguiente:
... No te preocupes, no se te nota
Que no sabés encajar
Supongo que dolió un poco si fue la primera vez
Pero hay que ser fuerte contra la corriente también
El tercer verso fue el desencadenante de uno de los mayores caos dentro de un aula que ví en mi vida. La profesora sólo veía al alumno, digamos, T, rojo hasta la médula y casi lagrimeando de la vergüenza, a sus amigotes tirándome hi5's desde la otra punta de la habitación muertos de risa, mis compañeras algunas horrorizadas y otras festejando una supuesta victoria femenina sobre el tradicionalmente sexo fuerte y yo en el medio, tan satisfecha conmigo misma que no cabía en mi metro sesenta y poquito y con una sonrisa contenida. Le dí su merecido, gané, quiere meter su cabeza dos metros bajo tierra como un avestruz. Sufrí pendejo, sufrí sufrí sufrí.
Claramente mi orgullo feminista, go cromosomas X, girl power duró dos días. Literalmente dos días. Después de ese fin de semana volví con mi ex. A ser la misma reprimida e infeliz de siempre, que ya no celebraba triunfos que luego entendería no eran más que muestras de mis ruegos por aceptación y la exposición de mis peores miserias frente a veinte personas más, que no sabían nada de mí y probablemente no les interesara. Pero en el momento, para qué mentir, me sentí Batman, Martin Luther King y Mick Jagger al mismo tiempo.
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